Aaron T. Beck: un psicoanalista muy cognitivo

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Aaron T. Beck: un psicoanalista muy cognitivo.

Dr. Guido Pablo Korman


Introducción

Aaron T. Beck, considerado por muchos como el último «Beatle» o «Rolling Stone» de la terapia cognitiva, falleció el 1 de noviembre de 2021. Nació el 18 de julio de 1921, dejando un legado significativo en el campo de la psicología.

Aaron T. Beck, a lo largo de su extensa vida, fue testigo y contribuyó en la transformación de la psicoterapia moderna tal como la conocemos hoy en día. Desde sus inicios hasta su fallecimiento, vivió una época de cambios significativos en este campo. Beck fue uno de los pioneros en llevar a cabo estudios randomizados y controlados en psicoterapia, lo que le permitió presenciar y ver el impacto de esta forma de investigación. Su modelo terapéutico tuvo una difusión global y fue adoptado por numerosos profesionales en todo el mundo. Además, Beck fue testigo del surgimiento de prácticas como el mindfulness en la psicoterapia, que hoy en día se combinan habitualmente en la moderna Terapia Cognitivo-Conductual (TCC). Como un actor privilegiado, también presenció el desarrollo de la investigación moderna basada en trastornos mentales, lo cual impulsó avances significativos en la comprensión y el tratamiento de diversas condiciones psicológicas.

Hablar de Aaron T. Beck es, en definitiva, hablar de una figura que experimentó la transformación de la psicoterapia como práctica científica a lo largo de su carrera. Su legado ha dejado una marca indeleble en el campo y su influencia continuará siendo relevante para las generaciones futuras.

Tuve la increíble oportunidad de realizar una beca posdoctoral del CONICET en el Center for Cognitive Therapy de la Universidad de Pennsylvania, en la ciudad de Filadelfia. Al llegar, me encontré con un centro modesto que constaba de tres consultorios y una sala de reuniones. Además, había una cuarta oficina donde los investigadores que colaboraban con Beck se reunían con frecuencia. Fue emocionante poder participar en algunas de esas reuniones y estar cerca del que muchos consideraban el «último Beatle» de la terapia cognitiva. Esta experiencia ha sido un tesoro que guardo con mucho cariño y orgullo, al haber tenido el privilegio de conocer de primera mano la historia viva de la psicoterapia.

¿Cuáles son las causas que llevan al desarrollo de la TCC?

Existen varias explicaciones posibles para el origen de la TCC. Algunos consideran que las terapias del comportamiento y la conducta sentaron las bases del enfoque cognitivo, viendo a la TCC como un producto derivado de la investigación en psicología básica (Rachman, 1997). Otros sugieren que surgió dentro de la tradición psicoanalítica (Rosner, 1999 y 2014), relacionándose con la creciente demanda de criterios de eficacia en los Estados Unidos y la consiguiente crisis en el psicoanálisis (Korman, 2017).

Muchas veces parece que el desarrollo de la terapia basada en la evidencia fue gracias únicamente a la genialidad de algunas personas. Sin embargo, además de los aportes humanos, fue fundamental la creación del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) en los Estados Unidos, el cual fomentó e impulsó sistemáticamente el desarrollo para convertir la psicoterapia en una disciplina científica.

El Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos

Durante la década de 1950, el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos desempeñó un papel central en el desarrollo de la psicoterapia moderna. Fue este instituto el que propuso la evaluación de la práctica psicoterapéutica y destinó una inversión significativa en subsidios de investigación. Entre los años 1949 y 1977, se invirtieron aproximadamente 55 millones de dólares en casi 530 subsidios, lo que representaba entre el 55% y el 65% de la investigación mundial en psicoterapia (Memorandum from Chief, 1977 y 1980 citado en Rosner, 2005).

Rachel Rosner, una destacada investigadora en el campo de la psicoterapia, ha identificado tres etapas distintas en la participación del Instituto Nacional de Salud Mental en el desarrollo de las psicoterapias. En la primera etapa, el enfoque estuvo en los modelos psicoanalíticos, con varios investigadores interesados en evaluar los tratamientos de manera «objetiva». Un ejemplo notable de esta inversión fue el trabajo de David Shakow, quien grabó miles de sesiones psicoanalíticas entre los años 50 y 60. También formaron parte de esta etapa investigadores destacados como David Rapaport, Lawrence Kubie y otros psicoanalistas influyentes. Muchos de ellos también ejercieron influencia en la formación psicoanalítica de Aaron T. Beck y contribuyeron significativamente a sus primeras investigaciones (Rosner, 1999).

En la segunda etapa, el enfoque se centró en los modelos conductuales, y en la última etapa, se impulsaron los estudios randomizados y controlados, buscando una base sólida de evidencia científica en el campo de la psicoterapia.  La participación del Instituto Nacional de Salud Mental en la promoción y financiación de la investigación en psicoterapia fue fundamental para el desarrollo de enfoques basados en la evidencia y el avance de la práctica clínica. Sus subsidios y la atención que brindaron a la evaluación y el estudio de diferentes modelos terapéuticos contribuyeron en gran medida a la formación de la psicoterapia moderna que conocemos en la actualidad.

Psicoanálisis e investigación

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, numerosos psiquiatras creían firmemente que la psicoterapia psicoanalítica podía ser la respuesta para tratar una amplia gama de trastornos humanos. En una comunicación personal (el 12 de julio de 2012, Filadelfia) Aaron T. Beck mencionó que el psicoanálisis era considerado como una promesa para desentrañar muchos de los misterios de la mente. Durante ese período, estos enfoques teóricos destacaban la importancia de la interacción entre la persona y su entorno, promoviendo así un modelo psicosocial para comprender las enfermedades mentales (Hale, 1995).

Entre 1950 y 1952, Aaron T. Beck obtuvo una beca posdoctoral en el Austen Riggs Center, bajo la dirección médica de Robert Knight. Durante su tiempo allí, David Rapaport desempeñaba el cargo de director del área de investigación, mientras que Erik Erickson era su supervisor. En este entorno, Beck tuvo la oportunidad de participar en seminarios y familiarizarse con una amplia variedad de enfoques relacionados con la práctica psicoterapéutica (Korman, 2013).

Durante su estancia en Austen Riggs, Beck fue expuesto a diversas corrientes teóricas, incluyendo el psicoanálisis tradicional, la psicología del yo, el modelo de higiene mental propuesto por Adolf Meyer, la terapia de grupo, las teorías de la cognición y la investigación experimental (Rosner, 1999). Es importante destacar que Rapaport buscaba integrar los principios de la ciencia experimental con los del psicoanálisis. Para lograr este objetivo, se proponía trabajar con hipótesis que fueran susceptibles de ser sometidas a prueba y enfocarse en el desarrollo de funciones normales, como la percepción y la inteligencia, lo que permitiría una convergencia con la psicología académica.

Porqué se aleja del Psicoanálisis

En el año 1958, Aaron T. Beck obtuvo una subvención de investigación del National Institute of Mental Health con el objetivo de poner a prueba las hipótesis psicoanalíticas relacionadas con la depresión (Weishaar, 1993). Beck consideraba que el contenido manifiesto de los sueños era un área de investigación crucial y afirmaba que la aplicación de métodos de investigación cualitativos y cuantitativos permitiría dotar de cientificidad a las ideas psicoanalíticas.

Beck, en su trabajo, relata que había estado dedicado al tratamiento de pacientes con depresión durante cinco años y observó que la hipótesis de la hostilidad dirigida hacia uno mismo y los deseos de autocastigo podían corroborarse en pacientes deprimidos (Beck y Hurvich, 1959). Con el fin de investigar más a fondo, analizó los relatos de los sueños de seis pacientes mujeres diagnosticadas con depresión neurótica, y los comparó con los relatos de sueños de otras seis pacientes no deprimidas que se encontraban en condiciones vitales similares. Se recopilaron un total de 240 sueños (20 por paciente), que luego fueron presentados al segundo autor para que evaluara la presencia de elementos masoquistas. Este estudio evidencia el intento de sistematización en la investigación en psicoterapia, que se encontraba en un período de intenso desarrollo. Beck y Hurvich llegaron a la conclusión de que los pacientes con depresión presentaban más sueños masoquistas en comparación con los pacientes del grupo de control.

Para poder generalizar sus resultados, Beck y su equipo reconocieron la necesidad de aumentar el tamaño de la muestra. Al ampliarla, surgieron diferencias en los criterios clínicos entre los evaluadores, especialmente en el diagnóstico de la severidad de la depresión, ya sea grave, moderada o leve.

Este desafío llevó a Beck a desarrollar el Inventario de Depresión (Beck, Ward, Mendelson, Mock, y Erbaugh, 1961), conocido actualmente como el Inventario de Depresión de Beck, que permitió obtener criterios medibles para evaluar el grado de depresión de un paciente más allá del juicio clínico subjetivo. Este instrumento se ha convertido en una herramienta ampliamente utilizada en la actualidad.

Otro desafío al que se enfrentó Beck fue lograr mayor especificidad en los conceptos utilizados. Los modelos propuestos por el psicoanálisis empleaban argumentos similares para explicar fenómenos muy diferentes. Por ejemplo, la fijación oral se utilizaba tanto para comprender la depresión como el alcoholismo y la esquizofrenia, entre otros trastornos. Los argumentos eran demasiado generales, y la investigación liderada por Beck buscaba obtener una comprensión más específica de la depresión. Esto implicaba convertir formulaciones teóricas complejas, como las presentadas por Freud en «Duelo y melancolía», en conceptos medibles, lo cual suponía un desafío metodológico (Weishaar, 1993).

En su búsqueda de medidas confiables para estos conceptos, Beck diseñó varios inventarios, incluido el Inventario de Depresión mencionado anteriormente, así como un inventario de masoquismo que no fue publicado. Además, utilizó diversas técnicas, como pruebas de inteligencia, pruebas enfocadas en la fantasía, el Test Dígito-Símbolo y el Test de Vocabulario, entre otros, con el objetivo de evaluar y definir aspectos específicos de la depresión (Beck, Feshbach y Legg, 1962). En este proceso de investigación, Beck fue influenciado por sus colaboradores, como Marvin Hurvich y Seymour Feshbach, quienes no solo aportaron herramientas de metodología y análisis estadístico, sino también conocimientos de otros autores que ayudaron a Beck a formular sus primeros modelos explicativos de la depresión (Rosner, 1999). Estos colaboradores eran psicólogos en una época en la que la psicología estaba estrechamente ligada a la investigación.

A partir de los resultados de su investigación, Beck comenzó a cuestionar los postulados psicoanalíticos. Inicialmente, consideró dos posibles explicaciones para la depresión desde una perspectiva psicoanalítica: la primera sugería que los sueños masoquistas eran el resultado de la hostilidad dirigida hacia uno mismo, y la segunda planteaba que la hostilidad surgía como producto de deseos inaceptables. Sin embargo, ni la culpa ni los deseos inaceptables pudieron ser identificados en el contenido manifiesto de los sueños. Además, observó que, aunque los pacientes deprimidos mostraban una mayor frecuencia de sueños masoquistas, esta tendencia persistía incluso después de que los pacientes se recuperaban de la depresión (Beck, 1963). Esto lo llevó a afirmar que los sueños masoquistas no eran específicos de la depresión. Asimismo, al administrar el Test Dígito-Símbolo y el Test de Vocabulario a pacientes deprimidos y no deprimidos, descubrió que las personas con depresión no presentaban un rendimiento inferior en comparación con las personas no deprimidas. Concluyó que los pacientes depresivos creían que su rendimiento sería mucho peor, a pesar de que en realidad no lo era. Es interesante destacar que en esta explicación ya estaba presente la idea de concebir la depresión como una distorsión en el procesamiento de la información, aunque la conceptualización de los pensamientos automáticos no se desarrolló hasta 1959 (Weishaar, 1993).

Beck sugirió que las categorías psicoanalíticas utilizadas no explicaban adecuadamente la depresión y resultaban insuficientes. A partir de la publicación de 1963, se produjo un cambio en su enfoque, pasando a considerar la depresión como un trastorno del pensamiento (Korman, 2013). Este cambio representó una de las transformaciones en el campo de la psicoterapia, en el que se comenzó a valorar más la aproximación empírica basada en los hallazgos científicos (Rosner, 2012). El método científico que Beck desarrolló para la investigación se convirtió en su estrategia de intervención con los pacientes (Korman, 2017). En lugar de corregir los pensamientos de los pacientes basándose en la autoridad del terapeuta, se propuso poner a prueba esos pensamientos, tratándolos como hipótesis a ser examinadas. No era el terapeuta quien tenía la autoridad, sino la búsqueda de datos a través del empirismo colaborativo, en contraposición al principio de autoridad.

El enfoque de Beck se basaba en evaluar la validez de los pensamientos en función de sus resultados y su utilidad. Esta forma de pensar, centrada en los resultados y la funcionalidad, se convirtió en la guía para la investigación en ese momento y representó el espíritu de la época. El trabajo desarrollado por Beck reflejaba una visión pragmática tanto en la práctica de la psicoterapia como en la investigación, impulsada por la importancia de la investigación en el campo. En el desarrollo científico, siempre hay espacio para el avance y la revisión. Durante su larga trayectoria, Beck realizó numerosos cambios en su teoría, tanto a partir de sus propias ideas como en respuesta a las críticas recibidas a lo largo de su carrera académica. El papel de la crítica es esencial en el ámbito científico, ya que a través del intercambio de ideas y la revisión por parte de colegas, es posible avanzar en el conocimiento. El avance del conocimiento no es solo atribuible a una figura individual, como Beck, sino que es el resultado del trabajo colaborativo y la constante revisión en el ámbito de la investigación psicoterapéutica. Pese a ello, siempre que puedan, saquen fotos con aquellos que admiran, porque todo es efímero, incluido el conocimiento y nosotros.

Referencias

      • Beck, A. T., & Hurvich, M. S. (1959). Psychological correlates of depression: 1. Frequency of “masochistic” dream content in a private practice sample. Psychosomatic Medicine21(1), 50-55.

        • Beck, Ward, Mendelson, Mock, y Erbaugh, 1961 Beck, A. T., Ward, C. H., Mendelson, M., Mock, J., & Erbaugh, J. (1961). An inventory for measuring depression. Archives of General Psychiatry, 4(6), 561- 571. doi:10.1001/archpsyc.1961.01710120031004

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            • Beck, Feshbach y Legg, 1962 Beck, A. T., Feshbach, S., & Legg, D. (1962). The clinical utility of the digit symbol test. Journal of Consulting Psychology, 26(3), 263-268. doi:10.1037/h0049298

              • Beck, A. T. (1963). Thinking and depression I. Idiosyncratic content and cognitive distortions. Archives General Psychiatry, 9(4), 324-333. doi:10.1001/archpsyc.1963. 01720160014002

                • Hale, N. (1995). The rise and crisis of psychoanalysis in the United States, 1917-1985. New York: Oxford University Press.

                  • Korman, G. P. (2013). El legado psicoanalítico en la terapia cognitiva de Aaron Beck. Arquivos Brasileiros de Psicologia, 65(3), 470-486. Recuperado de http://bit. ly/2mLRN2g

                    • Korman, G. P. (2017). Cruzando el Rubicón: del psicoanálisis a la terapia cognitiva. Psicologia USP28, 214-223.

                      • Rosner, R. (1999). Between Science and Psychoanalysis: Aaron T. Beck and the emergence of Cognitive Therapy. York University, North York, Ontario.

                        • Rosner, R. (2005). Psychotherapy Research and the National Instititute of Mental Health, 1948 -1980. In W. E. Pickren & F. S. Schneider (Eds.), Psychology and the National Institute of Mental Health (pp. 113-150). Washington DC: American Psychological Association.

                          • Rosner, R. (2012). Aaron T. Beck’s Drawings and the Psychoanalytic origin story of Cognitive Therapy. History of Psychology 15(1), 1-18.

                            • Rosner, R. I. (2014). The “Splendid Isolation” of Aaron T. Beck. Isis, 105(4), 734-758. doi: 10.1086/679421

                              • Weishaar, M. E. (1993). Aaron T. Beck. London: Sage.