El estudio de representaciones sociales, un aliado fundamental en políticas de salud mental.
Lic. Thiago López Escobar, Mg. Martín de Lellis, Dra. Jazmin Cevasco
Resumen
La Salud Mental ha dejado de ser un concepto exclusivo de profesionales, siendo parte del discurso cotidiano de los ciudadanos. Diversos informes de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y otros organismos internacionales han determinado que la situación epidemiológica en Latinoamérica, respecto de la Salud Mental es crítica. Para mitigar las problemáticas de esta índole, es necesario que las políticas públicas se orienten por el contexto cultural en las que se aplican y las perspectivas de los sujetos. Es allí donde el estudio de las Representaciones Sociales puede ser un aliado fundamental. Las Representaciones Sociales han sido definidas como una modalidad particular de conocimiento que permite a los individuos comportarse y comunicarse de una manera particular. La literatura existente determina que en Latinoamérica la Salud Mental es considerada como axiológicamente positiva, se la relaciona con palabras como “armonía”, “estabilidad”, “felicidad”. Sin embargo, la producción científica en el campo del estudio de las Representaciones Sociales resulta llamativamente escasa.
Representaciones Sociales
Históricamente, las representaciones sociales han sido definidas como una modalidad particular de conocimiento que permite a los individuos comportarse de una determinada manera y comunicarse con otros (Moscovici, 1979). Estudios previos sugieren que se trata de sistemas cognoscitivos con una lógica propia: valores, ideas y prácticas que permiten a los individuos entender su mundo material y social, ordenarlo y controlarlo (Cavila de Dios, 2020; Cuevas Cajiga, 2016; Farr, 1983; Mora, 2002; Peña Ardila, 2022).
Las Representaciones Sociales no están dadas de antemano, sino que son construidas por los miembros de un grupo social. Su construcción tiene una doble función: volver familiar lo extraño, y hacer perceptible lo invisible (Farr 1983; Peña Ardila, 2022).Las Representaciones Sociales permiten que un fenómeno sea objeto de debate; que sea rechazado o defendido dependiendo de los intereses y motivaciones de los colectivos sociales (Wagner, 2012).
¿Por qué estudiarlas en Salud Mental?
Por su parte, hace ya un tiempo que la Salud Mental ha dejado de ser un concepto que pertenece exclusivamente al campo de la ciencia o al de la práctica profesional, para ser parte del discurso cotidiano de los ciudadanos (Betancur Betancur, 2016). La Salud Mental es un pilar central en el bienestar general de los individuos y las sociedades (Torres de Galvis, 2018). Sin embargo, la situación epidemiológica en la Latinoamérica resulta crítica: la OPS (Organización Panamericana de la Salud, 2023) ha determinado que dicha región presenta la prevalencia más alta de problemas de ansiedad, y la segunda tasa más alta de trastornos depresivos en todas las regiones estudiadas por la OMS. A su vez, el consumo de alcohol tiene un gran impacto, ya que el 8,2% de la población general mayor de 15 años presenta un consumo problemático.
Otro emergente que urge atender se relaciona con el suicidio: en la Latinoamérica mueren casi 100.000 habitantes al año por suicidio, lo cual afecta no solo a la persona y su familia, sino a la comunidad entera. |A su vez, cabe destacar que entre el 2000 y el 2019, la tasa regional de suicidios aumentó en un 17% (de 7,3 a 9,0 por 100.000 habitantes). Durante ese período, esta región fue la única de la OMS que registró un incremento. Con respecto al caso particular de países de la región, en Argentina el 29,1% de la población ha padecido un trastorno mental a lo largo de su vida, mientras que un 12,06% ha padecido al menos dos o más trastornos (Stagnaro, 2018). En Brasil, el 30% de los adolescentes presentan trastornos mentales comunes, los cuales se caracterizan por síntomas de ansiedad y depresión (de Souza Lopez, 2020). Esta delicada situación, denota la necesidad de contar con Estados que tomen a la Salud Mental como una cuestión prioritaria.
Los padecimientos mentales no representan solamente un problema para la salud pública, representan además un problema social y económico que afecta individuos y familias (Torres de Galvis, 2018). En relación con esto, organismos internacionales han destacado la necesidad de que la Salud Mental sea integrada a los sistemas de salud pública y recomiendan el máximo compromiso de los Estados (OMS, 2008). Este debería traducirse en marcos legislativos que den sentido y orienten prácticas y políticas públicas, y en inversiones adecuadas en Salud Mental para promover un desarrollo humano equitativo y sostenible (OPS, 2023).
Ahora bien, ¿qué papel juega el estudio de las representaciones sociales en esta situación? La OMS (2013) destaca la importancia de que las estrategias e intervenciones terapéuticas, profilácticas y de promoción en Salud Mental, se basen en evidencia científica y en prácticas que tengan en cuenta el contexto cultural en el que se aplican (2013). Resulta necesario, entonces, considerar la perspectiva de los sujetos a los cuales se dirigen los programas.
Representaciones Sociales en Salud Mental en Latinoamérica: un esbozo del campo científico.
A pesar de la importancia que reviste su estudio, las investigaciones en materia de Representaciones Sociales en Salud Mental en Latinoamérica resultan escasas. Algunas fueron llevadas a cabo con el objetivo de indagar las Representaciones Sociales de profesionales que se dedican a la Salud Mental. Estos han determinado que dicho concepto se asocia a ideas de “equilibrio” o “bienestar general” (Moll León, 2013). También surgen hallazgos relacionados con “paz”, “tranquilidad”, “armonía”, “calidad de vida”, entre otras interpretaciones (Betancur et al., 2014).
Otras investigaciones han apuntado al trabajo con comunidades educativas del nivel superior. Por ejemplo, Rodelo Valle (2020) trabajó con estudiantes de enfermería, y observó que los estudiantes tendían a asociar la Salud Mental con “emociones”, “bienestar”, “familia”, “salud”, “mente”, “paz” y “equilibrio». Emergentes que también se han encontrado en investigaciones mencionadas anteriormente. Por otra parte, Mazorco Salas (2021) encontró resultados similares. A su vez, Herrera Briñez (2022) encontró que la Salud Mental tendía a asociarse con “estado de bienestar”, en tanto que la “enfermedad mental” tendía a asociarse con “afectación de emociones y pensamientos”. Cabe destacar que, si bien los términos estudiados se consideraban importantes, los participantes destacaban la falta de preparación y educación respecto a estos temas por parte de la comunidad educativa con respecto a estos tópicos, así como de herramientas para comprender las implicaciones que tiene para una persona gozar de Salud Mental o afrontar una Enfermedad Mental.
Otros estudios en México han realizado un análisis de los datos obtenidos en clave de género. Un equipo dirigido por Torres Lopez (2015) identificó que para las mujeres el término Salud Mental se relacionaba con “psicología”, “felicidad”, “comunicación”. Por su parte, para los hombres, se asoció con “alegría» y “felicidad”, “bienestar” y “equilibrio”. A su vez, otra investigación llevada a cabo por el mismo equipo determinó que las mujeres mencionaron “buscar ayuda y orientación”, «compartir»; “buscar respeto y comprensión en forma no egoísta”. Los hombres, por su parte, mencionaron “capacitación”, “desarrollo de ejercicio físico” y el “ser positivo” (Torres Lopez, 2015). En cuanto a los términos descriptivos, para las mujeres la Salud Mental se compone de dos dimensiones: “necesidades” (de expresar sentimientos y/o de un proyecto de vida) y “experiencias” (apoyo psicológico y depresión). Para los hombres de “armonía” y “bienestar”.
Conclusión
Considerados conjuntamente, los hallazgos de estas investigaciones representan un punto de partida interesante para reorientar políticas públicas en esta área. Tal como se destacó, la Salud Mental, en líneas generales, es considerada como axiológicamente positiva, se la relaciona con palabras como “armonía”, “estabilidad”, “felicidad”. En consecuencia, es posible que las políticas públicas no se limiten solo a restaurar la salud mental cuando está deteriorada o a la prevención específica de trastornos. Por el contrario, puede ser relevante que también se enfoquen en promover factores y prácticas que los ciudadanos consideren beneficiosos para preservar o mejorar su salud mental.
En conclusión, resulta imperioso que se examinen las Representaciones Sociales que tienen las personas de cada comunidad sobre la Salud Mental, desde una visión fundada en la investigación y con una proyección estratégica, así como que se considere poblaciones en situación de vulnerabilidad o riesgo de padecer sufrimientos en salud mental. Esto daría lugar al desarrollo de nuevas intervenciones enfocadas en promover la Salud Mental en comunidades latinoamericanas.
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