Cómo pensamos sobre lo que pensamos: La propuesta de la Terapia Metacognitiva
Resumen
La Terapia Metacognitiva cuenta con evidencia para cuadros como ansiedad y depresión. Presentamos sus características y procedimientos.
Introducción
¿Cómo y por qué algunas personas, en determinadas circunstancias, refieren no poder parar de preocuparse y de luchar repetidamente con ideas y emociones negativas?
La Terapia Metacognitiva, una propuesta contemporánea en el campo de la Psicología Clínica, sugiere una respuesta a través de su concepto central, el síndrome cognitivo atencional. En el presente artículo se presentarán sus características esenciales y las estrategias para promover mayor flexibilidad y bienestar psicológico.
Desarrollo
Dentro de la escena contemporánea de psicoterapias, en las últimas décadas se han desarrollado y consolidado distintas propuestas que reflejan formas particulares de entender el sufrimiento humano y vías para transformarlo, informadas por el desarrollo e investigación científica.
Las terapias de tercera ola conforman un ejemplo (Hayes, 2004; Kahl et al., 2012), entre las cuales se encuentran la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Terapia Dialéctico Conductual (DBT) y la Psicoterapia Analítico Funcional (FAP).
En paralelo ha crecido el énfasis por los procesos denominados transdiagnósticos, o fenómenos clínicamente relevantes más allá de un diagnóstico específico (Belloch, 2012; Hofmann y Hayes, 2019).
Dentro de este contexto de cambios fructíferos, con características distintivas y bajo un modelo puramente cognitivo, la terapia Metacognitiva (TMC) propone una forma de entender parte de la psicopatología, sugiriendo un camino para desarrollar respuestas que promueven mayor flexibilidad psicológica.
Desarrollada por Adrian Wells, la TMC interpreta que la psicopatología surge como consecuencia del síndrome cognitivo atencional (SCA). Este síndrome sería un estilo de pensamiento que prolonga e intensifica experiencias emocionales de malestar, fortaleciendo afectos e ideas negativas que normalmente deberían ser experiencias internas transitorias (Garay y Keegan, 2016). Por tanto, el SCA sería la causa de algunos trastornos psicológicos ligados a la ansiedad y depresión.
Se plantea una diferencia con respecto a la terapia cognitivo-conductual tradicional: Para la TMC, lo central no es el contenido del pensamiento, o qué se piensa, sino que enfatizará en cómo se piensa acerca de lo que se piensa.
Por contraste, las terapias cognitivas y sus variantes podrían estar magnificando la importancia de los pensamientos negativos, ya que se fomenta que el paciente los analice y combata. Esa maquinaria de análisis propuesta por las terapias cognitivas clásicas podría alimentar indirectamente el SCA, ya que aumenta el autofoco, la rumiación y la idea de que los pensamientos son elementos “reales” de importancia que se deben debatir o cuestionar (Wells, 2019).
El SCA está compuesto por tres elementos:
1. Preocupación y rumiación.
2. Monitoreo de las amenazas.
3. Comportamientos de afrontamiento ineficaces.
La preocupación y la rumiación son procesos principalmente verbales, donde la persona analiza potenciales amenazas y realiza intentos de encontrar respuestas a problemas o formas de evitar el peligro. Suelen aparecer como respuesta a un pensamiento negativo automático inicial o como respuesta a intrusiones. La preocupación y la rumiación prolongan el afectivo negativo, la ansiedad y obstaculizan formas autorregulatorias de procesamiento emocional (Borders, 2020).
El monitoreo de las amenazas es un proceso que enfoca la atención en materias de amenaza interna o externa, y produce un aumento en los pensamientos negativos.
Por último, los comportamientos de afrontamiento ineficaces impiden acceder a información que rompería con el “bucle” generado por el SCA (Wells, 2019). La evitación y estrategias de supresión de pensamiento son ejemplos de conductas de afrontamiento ineficaces.
El SCA está alimentado o soportado por metacogniciones, otro concepto clave en esta terapia. Entendido de forma simple, las metacogniciones controlan los procesos de pensamiento. El patrón del SCA surge de la metacognición del individuo, el cual guarda creencias positivas y negativas acerca de los contenidos que emergen en la conciencia (Wells y Fisher, 2015).
Hay 2 tipos de creencias metacognitivas importantes, las creencias metacognitivas positivas, que refieren a la utilidad de la preocupación, la rumiación, la monitorización de amenazas y otras estrategias:
“Si me preocupo, voy a estar preparado”, “concentrarme en el peligro me va a mantener a salvo”, “si analizo por qué me siento así, voy a encontrar una respuesta”.
Y las creencias metacognitivas negativas, relacionadas con interpretaciones amenazantes sobre la cognición, como la supuesta incontrolabilidad y peligrosidad de determinados pensamientos:
“La preocupación puede llevarme a la locura”, “no puedo controlar mi preocupación”, “algunos pensamientos pueden hacer que pasen cosas malas”,” los malos pensamientos tienen el poder de llevarme a hacer cosas malas”.
Ambos tipos de creencias contribuyen por igual a la amplificación y duración de pensamiento negativo (Sanz-Blasco, 2017).
¿Cómo se interviene desde la TMC? La terapia va a focalizar su tratamiento a nivel metacognitivo. A diferencia de la terapia cognitivo-conductual más tradicional, no habrá necesidad de desafiar el contenido de los pensamientos automáticos negativos, pero sí va a desafiar y cuestionar explícitamente el contenido de las metacogniciones (Wells y Fisher, 2015).
Un objetivo va a ser el de ayudar a la persona a vivir diferentes formas de experimentar y regular la cognición, además de controlar procesos atencionales y de preocupación. Siendo así, se practica una regulación distinta de las respuestas que se tienen a los contenidos mentales. En ese sentido, quien ejerce la TMC promueve el desarrollo y establecimiento de respuestas alternativas a los pensamientos y sentimientos negativos que no suponen un procesamiento y razonamiento conceptual negativo sostenido (como el que tendría lugar bajo el SCA). Este camino permite redescubrir el carácter transitorio de ideas y afectos negativos, separándolos del yo.
Se utilizan una serie de técnicas, descritas en detalle en el manual principal de la TMC (Wells, 2019): Mindfulness desapegado; Entrenamiento en la atención (EA); Reorientación de la atención situacional (SAR).
Una serie de estrategias como: experimentos de aplazamiento de la preocupación; Desafío de las creencias metacognitivas positivas y negativas; Exposición administrada metacognitivamente.
La terapia metacognitiva fomenta eliminar el síndrome cognitivo atencional, pero no suprimir el contenido de pensamiento de la conciencia, por sus efectos poco beneficiosos (Mairal, 2011).
En el mismo manual clásico de la TMC (Wells, 2019) se incluyen protocolos completos para distintos cuadros o trastornos psicopatológicos:
Ansiedad generalizada, trastorno por estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, y depresión mayor.
¿Qué dice la investigación? Existe un cuerpo de evidencia cada vez mayor que sugiere la utilidad de esta terapia para esos cuadros (Hiemdam et al., 2013; Duarte-díaz, 2018; Normann et al., 2018; McEvoy, 2019) Incluso una investigación arrojó superioridad de la TMC ante un protocolo cognitivo-conductual tradicional en pacientes adultos con ansiedad generalizada (Solem et. Al 2021). Como todo proceso en psicoterapia informada por la ciencia, el tiempo y la investigación posterior irán acumulando nueva evidencia y señalando limitaciones, a partir de las cuales pueden surgir los cambios beneficiosos del mañana.
Conclusión.
La terapia metacognitiva es otra opción seria y parsimoniosa con la que cuenta la psicología clínica para aplicar tratamientos que mejoren y fomenten la salud psicológica de las personas, abordando procesos subyacentes que son relevantes para la mejoría sostenida en el tiempo.
Referencias bibliográficas:
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- Borders, A. (2020). Metacognitive therapy for rumination. Rumination and Related Constructs, 381–411
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- Wells. (2019). Terapia Metacognitiva para la ansiedad y la depresión.