Psicoterapia y realidad virtual

Repsi

 

Psicoterapia y realidad virtual.

Lucas Iván Samuel

Introducción

Desde chico que me gustan los videojuegos. Encuentro algo cautivante la posibilidad de dejar de ser quien soy para convertirme en un cazador de dragones, o más extremo aún, en una rodaja de pan que busca su camino hacia la tostadora (sí, existe un juego sobre eso). No es que no me guste ser un estudiante de psicología, al contrario, lo disfruto mucho. Pero, de vez en cuando, abstraerse de la rutina es sin dudas tentador. Aun así, con la factura de Edesur respirándome en la nuca y los parciales a la vuelta de la esquina, el tiempo libre no es algo que abunde en mi semana. Y las veces que dispongo de ese ansiado momento, mi paciencia no es la misma: perseguir ese dragón parece extenuante, y ser una rodaja de pan no resulta tan atractivo como antes.

Una forma que encontré para seguir disfrutando de ese mundo fue sintonizar transmisiones en directo en donde una persona (con evidentemente más paciencia que yo) se divierte con algún videojuego. Y, en estas transmisiones, algo llamó mi atención: a veces, el entorno virtual recreado en dichos juegos se volvía amenazante para quien estaba en ellos, al punto de provocarles ansiedad. Había quienes expresaban sentir miedo cuando en el videojuego había que caminar sobre edificios de gran altura, por ejemplo. Otros cerraban fuerte los ojos cuando aparecía algún insecto. Ese malestar parecía mayor mientras más realista e inmersivo era el escenario recreado, siendo bastante explícito en aquellos juegos que requerían del uso de lentes de realidad virtual (VR). Lo que acabo de comentar tiene más sentido si revisamos las características de dichos lentes. Esta tecnología recopila información en tiempo real acerca de los movimientos de la cabeza del usuario, ajustando de esta forma su posición en el entorno virtual (Abramowitz et al., 2019), y dando así la sensación de estar físicamente presente en el escenario recreado (Da Costa et al., 2008).

El ver cómo las personas jugaban a algo que evidentemente les provocaba ansiedad me hizo pensar en una terapia que, según había escuchado, consistía en enfrentar los miedos. Entonces, me invadió la curiosidad: ¿de qué va realmente esta terapia? y, no menos importante, ¿será posible utilizar entornos virtuales, como aquellos recreados en los videojuegos, para que las personas confronten aquello que temen?

Desarrollo

Fue así como, al buscar información sobre el tema, terminé por conocer la terapia de exposición con prevención de respuesta. En esta terapia el sujeto confronta de forma prolongada y repetida sus estímulos fóbicos, a la vez que se previenen las respuestas de escape o evitación (Abramowitz et al., 2019). Previo a mencionarles algunas de las características que forman parte de este procedimiento (las cuales nos permitirán entender un poco mejor la definición anterior), quisiera referirme a la manera en que se adquieren nuevos miedos.

Hace más de 100 años que Watson y Rayner (1920) teorizaron sobre el aprendizaje del miedo basándose en el condicionamiento clásico, un proceso en el que un estímulo adquiere la capacidad de provocar una respuesta refleja debido a emparejarse con otro estímulo que ya la producía, existiendo un amplio cuerpo de literatura sobre este fenómeno (Davey, 1992; Lissek et al., 2005). De esta manera, puede que en un principio ir al dentista no me moleste, pero si cada vez que voy a uno recibo un tratamiento en el que paso momentos de miedo y dolor resultará en que, posteriormente, solamente el ver un odontólogo o el estar en su consultorio baste para provocarme ansiedad (lo que será una respuesta aprendida o condicionada). Un punto importante es que estas asociaciones aversivas no solo ocurren por experiencia directa, sino que también pueden darse por observar a otros actuar de forma ansiosa en determinadas situaciones o, incluso, hasta por una transmisión de información errónea (Abramowitz et al., 2019).

Dicho esto, volvamos a nuestro tema de interés. Puede que, a simple vista, la terapia de exposición con prevención de respuesta parezca un procedimiento arriesgado y peligroso. Contrario a esto, en esta terapia se busca que el sujeto entre en contacto con aquellos estímulos que le provocan un nivel de ansiedad desproporcionado para el peligro que realmente representan (Abramowitz et al., 2019). De esta forma, las exposiciones se realizan con estímulos que son objetivamente seguros o que presentan probabilidades muy bajas de resultar peligrosos, y que, a su vez, forman parte de una lista de situaciones temidas que previamente terapeuta y consultante armaron en conjunto (Arch & Abramowitz, 2015). Además, previo a cualquier exposición también se realiza un trabajo de psicoeducación en el que se le brinda al consultante un modelo conceptual de la ansiedad y se le explican los fundamentos del tratamiento (Abramowitz et al., 2019). 

Pero ¿qué es lo que se logra mediante estas exposiciones? Para responder esto veamos (muy por encima) el caso de una persona que teme a los perros. Esta persona nos cuenta que fue mordida por uno y que, desde ese momento, evita todo contacto con ellos por temor a sufrir nuevamente tal consecuencia. Repasando lo expuesto, estos animales habrían adquirido la capacidad de provocar una respuesta condicionada de ansiedad debido a un proceso de condicionamiento clásico. Ahora bien, en la terapia de exposición la persona no entraría en contacto con un perro propenso a morder. En su lugar, se enfrentaría con aquello que haya decidido que forme parte de su lista de exposición, como podría ser el labrador del vecino y el chihuahua del barrio (teniendo en cuenta que no sea un chihuahua endemoniado). Gracias a estas exposiciones (sin ataques de por medio) se conseguirá que los perros dejen de estar asociados a una mordida, y debido a esta falta de contingencia, disminuirá esa ansiedad que provocan en dicha persona. Al proceso mediante el cual se da un nuevo aprendizaje en el que un estímulo no mantiene más una relación de contingencia con otro se lo denomina extinción (Fernández et al., 2017), siendo este considerado como un mecanismo clave en la terapia de exposición (Raeder et al., 2020). Es debido a que se logra un aprendizaje de extinción por lo que las respuestas condicionadas de ansiedad van decreciendo, tal como sucede en el ejemplo dado. Así mismo, mediante las exposiciones el consultante también podrá aprender que aquellas consecuencias negativas esperadas no son tan probables como lo pensaba (y, dependiendo del caso, tampoco tan severas), y que la ansiedad, aunque displacentera, es una experiencia universal y segura que, con práctica, puede tolerar. De hecho, resulta sumamente beneficioso que el foco del tratamiento esté puesto en aprender esto último mencionado ya que, aunque una disminución de la ansiedad ocurra por exponerse al estímulo fóbico, enfatizar rígidamente en conseguir una reducción del miedo puede atenuar las mejoras obtenidas en el largo plazo (Abramowitz et al., 2019).

En el ejemplo dado mencioné como la persona evitaba todo contacto con los canes, pero no profundicé en ello. Sin embargo, esto se relaciona con un componente fundamental de la terapia de exposición: la prevención de respuesta. En este sentido, las personas suelen responder ante aquello que temen con conductas de seguridad que las alejan de la situación o que reducen el malestar provocado por la misma (Froxán, 2020). Aunque estas conductas consiguen un alivio del malestar a corto plazo, terminan por mantener el miedo a largo plazo, ya que al evitar o escapar de las situaciones temidas no se dan las condiciones necesarias para que suceda un aprendizaje de extinción (Froxán, 2020) y, además, se continúa sin aprender que dichas situaciones son generalmente seguras y por ende, tolerables (Abramowitz et al., 2019). Por otra parte, las conductas de seguridad suelen implicar dificultades para quienes las realizan; mientras que evitar tomar un avión puede afectar la vida profesional y social de las personas con miedo a volar (Baños et al., 2002), entre quienes temen someterse a procedimientos médicos el rechazo de intervenciones quirúrgicas necesarias puede representar una cuestión de vida o muerte (Abramowitz et al., 2019). Retomando el caso anterior, es importante entender cómo el miedo a los perros pudo persistir en el tiempo al considerar las conductas de seguridad que la persona tiene al respecto (y que, a la vez, pueden complicar su día a día): cruzar de calle al ver a un perro, desviarse de su ruta para evitar las plazas con caniles, dejar de visitar amigos o familiares que tengan perros, no hacer contacto visual con estos animales, entre otras. En la terapia de exposición con prevención de respuesta se contempla este factor, por lo que al momento de realizar las exposiciones se previenen las conductas de seguridad (Abramowitz et al., 2019). Entonces, gran parte de la efectividad del tratamiento no solo dependerá de una identificación adecuada del miedo del consultante, sino también de la comprensión de las conductas de evitación y escape particulares del caso (Minici et al., 2020).

Al profundizar en este campo terminé por conocer una modalidad de esta terapia que se basa en las nuevas tecnologías: la terapia de exposición con realidad virtual. Esta modalidad de exposición involucra el uso de unos lentes de realidad virtual, por medio de los cuales se accede a una recreación de los entornos y estímulos fóbicos (Czerniak et al., 2016). Esto representa un beneficio en aquellas ocasiones en las que confrontar directamente con la situación temida en una exposición en vivo o situacional resulta poco práctico o económicamente costoso, como por ejemplo sucede en la fobia a volar (Maples-Keller et al., 2017). En estos casos, la modalidad con realidad virtual se posiciona como una valiosa alternativa ya que los escenarios virtuales, además de posibilitar la confrontación, se recrean de manera detallada, realista e inmersiva (Da Costa et al., 2008). A su vez, esta tecnología brinda la posibilidad de controlar la graduación, la intensidad y la duración de cada exposición (Emmelkamp, 2005).

En este punto quisiera mostrarles algunos estudios en donde se utilizó esta modalidad de exposición. Por ejemplo, la exposición con realidad virtual presenta amplia evidencia para el tratamiento de la fobia a volar (Benvow y Anderson, 2018; Carl et al., 2019; Wechsler et al., 2019). En estos casos, los escenarios recreados comprenden desde la sala de embarque y el interior del avión, hasta el momento del despegue y del vuelo, existiendo también la posibilidad de modificar las condiciones climáticas de cada exposición (Rus-Calafell et al., 2013). Así mismo, la exposición con realidad virtual se utilizó para tratar el estrés postraumático de veteranos de guerra de Vietnam; los escenarios virtuales recreaban tanto zonas de aterrizaje en puntos conflictivos, como también diversos paisajes de las zonas de guerra, a los que se les incorporaron sonidos de disparos, explosiones y helicópteros (Rothbaum et al., 1999; Ready et al., 2010). Esta modalidad de exposición también resultó eficaz para el tratamiento de casos de agorafobia, de ansiedad social, de miedo a las alturas y de fobia a las arañas (Maples-Keller et al., 2017). Estas investigaciones de lo más diversas (y digamos, un poco curiosas) nos demuestran que exponerse por medio de entornos virtuales es tanto posible como eficaz.

Conclusión

Si bien intenté explicar brevemente algunas de las características de esta terapia, resulta un tema infinitamente más complejo de lo que puedo abordar en un solo artículo. Aquellos interesados en profundizar en la temática pueden hacerlo en el libro recomendado al final de la publicación, en el cual encontrarán un capítulo especialmente dedicado al uso de nuevas tecnologías en psicoterapia, como lo es la tecnología de realidad virtual (véase Abramowitz et al., 2019).

Nuevas tecnologías de realidad virtual son desarrolladas año tras año, lo que hace que los entornos recreados sean cada vez más realistas e inmersivos. Aunque a primera vista parezca un mundo que nada tiene que ver con la psicoterapia, esta tecnología resulta ser un valioso recurso para la terapia de exposición. Aun así, utilizarla con fines terapéuticos es algo bastante más complejo que sentarse a jugar un videojuego, excepto, por supuesto, que se trate del nivel 30.000 de Candy Crush que ni tus tíos pudieron pasar.

 

Material ampliatorio:

  • Abramowitz, J. S., Deacon, B. J., & Whiteside, S. P. H. (2019). Exposure therapy for anxiety: Principles and practice. (2nd ed.). The Guilford Press.

Referencias

  • Abramowitz, J. S., Deacon, B. J., & Whiteside, S. P. H. (2019). Exposure therapy for anxiety: Principles and practice. (2nd ed.). The Guilford Press.Arch, J. J., & Abramowitz, J. S. (2015). Exposure therapy for obsessive–compulsive disorder: An optimizing inhibitory learning approach. Journal of obsessive-compulsive and Related Disorders, 6, 174-182. https://doi.org/10.1016/j.jocrd.2014.12.002


  • Arch, J. J., & Abramowitz, J. S. (2015). Exposure therapy for obsessive–compulsive disorder: An optimizing inhibitory learning approach. Journal of obsessive-compulsive and Related Disorders, 6, 174-182. https://doi.org/10.1016/j.jocrd.2014.12.002

     

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  • Benbow, A. A., & Anderson, P. L. (2019). A meta-analytic examination of attrition in virtual reality exposure therapy for anxiety disorders. Journal of Anxiety Disorders, 61, 18-26. https://doi.org/10.1016/j.janxdis.2018.06.006

     

  • Carl, E., Stein, A. T., Levihn-Coon, A., Pogue, J. R., Rothbaum, B., Emmelkamp, P., … & Powers, M. B. (2019). Virtual reality exposure therapy for anxiety and related disorders: A meta-analysis of randomized controlled trials. Journal of anxiety disorders, 61, 27-36. https://doi.org/10.1016/j.janxdis.2018.08.003

     

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  • Wechsler, T. F., Kümpers, F., & Mühlberger, A. (2019). Inferiority or even superiority of virtual reality exposure therapy in phobias?—A systematic review and quantitative meta-analysis on randomized controlled trials specifically comparing the efficacy of virtual reality exposure to gold standard in vivo exposure in agoraphobia, specific phobia, and social phobia. Frontiers in psychology, 10, 1758. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2019.01758